jueves, 3 de diciembre de 2009

Miradas que dejan huella

Miradas... que no te dejan indiferente


“En Haití mi mirada fue distinta, tuve la mirada de unos ojos que buscaban más allá de lo materialmente visible, que querían llegar a la esencia de las cosas y sobre todo, al corazón de las personas y en esa búsqueda, apareció Dios. Antes de ir, no sentía a Dios, en Haití dejé mi corazón libre, no puse límites, era una persona nueva que había dejado todo al partir y estaba dispuesta a empaparme de vida. Y apareció y entró en mi corazón, sintiéndolo muy cerca y llenándome de satisfacción por todo lo que vivía, continuamente me sorprendía, continuamente eran sensaciones nuevas o sentimientos que desbordaban mi corazón." Eva


"Me costó un año decidirme. Un año duro, lleno de tensiones y emociones. Al igual que otras tantas personas que viven en la gran ciudad, con ritmos de vida estresantes, no me libré de padecer de ansiedad. Pese a todos mis esfuerzos y de poseer todas las cosas del mundo: novio, amigos, familia, trabajo, dinero… no lograba recuperarme.Mi mente, mi cuerpo, mi alma, sentían un profundo vacío en su interior, incapaz de satisfacer. A partir de ese momento volví a nacer, a sentir el día a día, a disfrutar del amanecer y de las pequeñas y simples cosas, tan sencillas ellas, que te llenan de felicidad.” Zaloa


“Haití entra por los sentidos, la mirada, el olfato, el gusto, el oído y el tacto! La mirada porque no sabes nunca hacia donde enfocarla... porque ellos te miran a ti con la misma sorpresa y curiosidad que tú a ellos, porque la pobreza y la miseria de muchos tienes que mirarla muchas veces para hacerte consciente de que es real... La mirada por los maravillosos paisajes que encuentras, sus playas, las palmeras, los arboles tropicales, los cangrejos que atraviesan la carretera, las mariposas amarillas y verdes que salen de los charcos del camino... El olfato ante la basura que se va pudriendo por el campo, por las calles mezcladas con el barro que nunca acaba de desaparecer... ante los puestos de carne y pescado del mercado donde se exhiben las cabezas de los cabritos junto con sus intestinos, los muslos y las patas de pollo... El gusto por los frutos de temporada que aquí son un manjar: los mangos que caen de todos los árboles y hacen que la gente tenga al menos algo que comer. El oído se agudiza con la banda que tenemos en el Ayuntamiento, justo detrás de casa y que no para de tocar (Nazaret dice que es que no tienen otra cosa que hacer durante el día) y que tienen un trompetista penoso y un repertorio de una sola canción que repiten hasta la saciedad. El oído por los cantos del coro de la Parroquia que se reúne casi a diario para preparar la celebración dominical (una misa de 3 horas que comienza a las 6:30 para que no haga demasiado calor)... El oído porque lo tienes que aguzar para poder comprender las pocas palabras de creol que vas aprendiendo, y casi te sale una sonrisa cada vez que descubres que has podido comprender algo de lo que hay dicho. Y el tacto, la caricia, el contacto de los niños en los juegos, de los pequeños a quienes coges en brazo y no extrañan... el tacto de su pelo trenzado o de una piel parcheada por el polvo que se pega por el sudor. Si, realmente Haití entra por los sentidos.” Arantxa

"Hoy día de Sábado Santo, el día del “eclipse” de Dios, el día que desde siempre me angustiaba por que era un terrible día “sin Dios”, (a pesar de tener la conciencia de la Resurrección y la esperanza de la Pascua), me resulta más fácil pensar y valorar la presencia de Dios, tengo un rato de tiempo y de nuevo unido a la vivencia de estos días de Pascua y a la búsqueda de sentido del dolor en el mundo, Haití se hace presente. Haití… Jean-Rabel en concreto es, ahora en la distancia, un lugar de estabilidad para mí, de facilidad para reconocer la cercanía de Dios, de relaciones personales más sencillas y profundas, de sentimiento de valía personal, de estímulo laboral y profesional, de rendimiento de todas las capacidades…” Loli


“Durante el tiempo que allí estuve, pude descubrir la capacidad de entrega a los demás de todas esas personas que anónimamente deciden querer mejorar aunque sea solo un poquito las condiciones de vida de ese pueblo olvidado y castigado del Caribe. Voluntarios/as, religiosas, y muchos vecinos/as que fuimos conociendo poco a poco y que nos fueron enseñando a sacar partido y apreciar lo poco que tienen.” Nico

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