He encontrado un comentario de Juan Antonio Estrada, teólogo jesuita, que me ha gustado y quiero compartirlo con vosotros.
".... encontraremos a Dios, si lo buscamos identificándose con las víctimas y llamando a los hombres de buena voluntad a la solidaridad y la justicia; si esperamos que Dios nos inquiete, nos provoque y nos llame a colaborar de mil maneras para mitigar el dolor en Haití; si creemos que Dios no es neutral y que el contraste entre el gran mundo pobre y la minoría de países ricos clama al cielo. Hay que ayudar a Dios para que se haga presente en Haití, porque necesita de los hombres para que llegue ahí el progreso y la justicia. Los muertos y refugiados de la catástrofe tienen hambre de justicia, la de las bienaventuranzas, y Dios necesita testigos suyos para hacerse presente.
Nadie puede hablar en nombre de las víctimas sin experimentar sus sufrimientos ni padecer su forma de vida, sólo hacernos presentes a ellos. El protagonismo corresponde al ser humano: Dios es autor de la historia, en cuanto inspira, motiva y envía para la solidaridad y la justicia. El Dios cristiano no es la divinidad griega que siente celos del hombre y castiga a Prometeo, sino el que se enorgullece de la capacidad para generar vida con la ciencia y el progreso, sólo exigiendo que los recursos naturales se pongan al servicio de todos. Hay que actuar como "si Dios no existiera" y todo dependiera de nosotros, universalizar la solidaridad y cambiar las estructuras internacionales que condenan a pueblos enteros a la miseria. Desde ahí podemos esperarlo todo de Dios y pedirle que fortalezca, inspire y motive a los que luchan por un mundo más justo y solidario.
Dentro de pocos meses Haití será un mero recuerdo, excepto para los que siguen allí, y los habremos olvidado, como a Indonesia o las hambrunas del África subsahariana.
La gran tragedia del siglo XXI es la de una humanidad que tiene recursos para acabar con el hambre y mitigar las catástrofes naturales, pero prefiere emplearlos en armamento, para defenderse de los pobres; en policías, para evitar que lleguen a nuestras islas de riqueza y en los despilfarros consumistas de una minoría de países. Del mal de Haití somos todos responsables y la solidaridad no puede quedarse en un acontecimiento puntual, aunque sea necesaria, sino que exige otra forma de vida."
Totalmente de acuerdo. Nosotros somos los responsables de las desigualdades del mundo. No podemos cerrar los ojos a esta realidad.
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