Hola de nuevo,
A ver si encuentro pequeños momentos para ir describiendo el transcurso de nuestra vida tras el terremoto. Lo primero que viví después de llegar de Estados Unidos es la Semana Santa. Estuve con Leide, en su casa, con su familia y vecinos. Totalmente sumergida en una de las millones de realidades de Puerto Príncipe. Vivir como ellos, comer como ellos, desenvolverse como ellos entre los restos de los derrumbes, bañarse con cubos detrás de un muro, así todo. Así nos apañamos en todo siempre. Entre bloques y hierros vamos poniendo cada día nuestros pies y manos para seguir viviendo tras los restos de la catástrofe que cada día nos recuerda que perdimos a 300.000 hermanos y que somos supervivientes sin entender cómo ni por qué.
A ver si encuentro pequeños momentos para ir describiendo el transcurso de nuestra vida tras el terremoto. Lo primero que viví después de llegar de Estados Unidos es la Semana Santa. Estuve con Leide, en su casa, con su familia y vecinos. Totalmente sumergida en una de las millones de realidades de Puerto Príncipe. Vivir como ellos, comer como ellos, desenvolverse como ellos entre los restos de los derrumbes, bañarse con cubos detrás de un muro, así todo. Así nos apañamos en todo siempre. Entre bloques y hierros vamos poniendo cada día nuestros pies y manos para seguir viviendo tras los restos de la catástrofe que cada día nos recuerda que perdimos a 300.000 hermanos y que somos supervivientes sin entender cómo ni por qué.
Esta fue una tónica de la semana santa. Vivir el misterio de la vida y de la muerte. Caminar en la oscuridad, morir, callar y dejar que Dios al final de su respuesta.
El Domingo de Ramos, durante la misa, tuvimos una pequeña sacudida que hizo terminar de destruir la casa de al lado de la parroquia, nos asustamos tanto que muchos salimos corriendo, yo la primera, hubo gente que se cayó al correr tropezando con los bloques y se hirieron. Nada grave pero me pase el resto de la misa limpiando heridas con unos kleenex y un bote de agua oxigenada que aun tenía en el coche desde el terremoto.
Cada día tuvimos una actividad diferente. El lunes santo fuimos a la Minustah Brasil para llenar un camión y mi coche de alimentación para la gente de la parroquia. Pasamos la mañana cargando y descargando, haciendo cadenas y poniendo orden. Todos necesitamos comida, yo también, así que a trabajar. En ningún momento me he sentido diferente por ser blanca y religiosa. He necesitado alimentación como todos, he cogido mi lote como los demás. Por la tarde y la mañana del martes preparamos 500 bolsas y cajas de lotes con alimentos variados.
El miércoles se monto una cola… pues eso… de 500 personas. El reparto se hizo con orden pero agotador. Casi cinco horas de reparto.
También preparamos el patio de la Iglesia con carpas para la gente y para las celebraciones porque el sol es fuerte y aprieta un montón. Todo el jueves por la mañana estuvimos montando inmensas carpas blancas, arreglando una especie de altar que se ha hecho con restos de bloques de la Iglesia, un poco levantado para que la gente pueda ver… se han plantado flores y hierba… y ha quedado precioso. El fondo del altar es la Iglesia derrumbada. Todo un símbolo. Y todos nosotros debajo bien vestidos, tanteando los bloques para no tropezar. Era ya todo un signo de resurrección antes de que llegara el domingo de Pascua.
El viernes santo hicimos un vía crucis por toda la ciudad, salimos a las 7 de la mañana y llegamos a las 12 y pico del medio día. Recorrimos las calles más afectadas, los barrios de refugiados, los edificios más emblemáticos y simbólicos en todo este desastre… iglesias, gobierno y escuelas sobre todo. La gente tan devota en cada uno de los pasos, de las estaciones, comprendiendo tan hondamente el sentido de la pasión de Jesús en medio de tanto sufrimiento que yo estaba sin respiración. Después del terremoto yo me quede sin palabras y solo preguntas, por que, por que??? El pueblo haitiano después del terremoto, no pregunta nada, no reclama nada, no se enfada por nada… solo miran al cielo, piden fuerza y dan gracias a Dios por la vida que aún conservaban y siguen cantando mientras caminan como el pueblo de Israel en el desierto. Que profunda fe tienen que no necesitan cavilar mucho, como yo, para entender que Dios no quiso perderse nada de nuestra condición humana. Que El lo conoce todo, que nada le es ajeno, que está cerca cuando más le necesitamos, … sencilla teología que decimos fácilmente pero que yo no sabía era tan difícil vivirla. Solo a los pequeños les es dado comprenderlo y creo que ahora mi vulnerabilidad me está permitiendo vislumbrar esta gran verdad.
La vigilia de Pascua fue sencilla pero intensa, la alegría de la resurrección broto de una forma serena, sufrida pero llena de una esperanza que me dio
vida. Yo sentí que llegaba un momento que todos necesitábamos experimentar, que necesitábamos que llegara. Era como estar a la puerta del sepulcro llorando y suplicando: “Resucita por favor!!”.
Y he notado en las caras y en las reacciones de los que conozco en la parroquia que poco a poco vamos resucitando: hay sentido del humor, hay abrazos y besos llenos de cariño, hay gestos de ayuda y apoyo, hay señales de profundo agradecimiento… es como si cada día, al encontrarnos nos felicitáramos unos a otros por estar vivos todavía…
Y algo impresionante para terminar: ayer por la mañana una chica joven me paro en la calle delante de mi casa y me dijo: Hermana, como estas?? Yo me sorprendí y le dije que bien, y que quien era. Me dijo: Yo estaba en la escuela cuando se hundió, y tu estabas allí intentando sacar a las chicas del piso de abajo. Me dio un vuelco el corazón y le pregunte si ella había salido de abajo y me dijo que si, que un hombre la saco. Pero luego me dijo: Pero hermana, la chica que tu sacaste ha preguntado muchas veces por ti y le gustaría verte. Le pregunte su nombre y me contesto: ella se llama Blondine. Le dije: Dile que estoy aquí y que me gustaría conocerla y verla otra vez.
Cuando entre en casa me puse a llorar y le dije a Dios: Señor, es ella quien me ha salvado a mí!! Gracias, Señor. Gracias Señor…
Creo que es otro signo de resurrección que me ha devuelto un poco la alegría.
Isa, Middia y Leide
Mi vida pues sigue ahora en mi casa, en tiendas de campaña en el patio. Ayudo en la Parroquia, contacto con religiosos y personas que me ayuden a ver por dónde tirar… y sobre todo ayudar a Middia y Gardine, las dos estudiantes que están conmigo ahora a que retomen la vida y lancemos nuestros miedos, es nuestra tarea de ahora.
Ver qué hacemos con nuestra casa, parece que aun podría ser restaurada, … Intentar hacer vida normal, recuperar a mi comunidad, y buscar mi lugar de nuevo en este Puerto Príncipe destruido que quiere renacer de sus cenizas.
Gracias a todos de nuevo por vuestra compañía y apoyo.
Un fuerte abrazo
Isa
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